La luna de esa noche estaba completa. Su luz iluminaba la tierra cual sol nocturno. Aquetzalli podía ver cada piedra en su camino. Yolotl iba junto a ella.
Durante el viaje Aquetzalli sintió alguien rozando su mano. Nada había junto a ella. A pesar de todo Yolotl seguía ahí.
El Miclan la rondaba. Yolotl la envolvió como reboso en invierno. Hasta que Miclantecutli, cansado, se fue.
Aquetzalli siguió caminando. Tocó la puerta de su casa. Su madre abrió. Te esperabamos para cenar.
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