2 may 2012

MOONLIGTH


Después de ésta, la luna en Coatepec se escondió y no volvió a salir ...

Ella lo mira desde arriba. Lo sigue mientras sube las escaleras, lo alumbra mientras mete la llave en la cerradura de su cueva y lo mira entrar. Espera que dirija su mirada a lo alto del cielo para contemplarla, pero como en los últimos días después de la estresante jornada laboral él sólo quiere descansar. Tras él cierra la puerta y ella permanece afuera.

Por la ventana, entre las cortinas logra observar cómo prende el estéreo. El álbum blanco de los Beatles suena en las bocinas mientras él saca de debajo de su cama una caja de zapatos y forja un cigarro con un poco de marihuana que logra juntar en el recipiente que alguna vez estuvo casi lleno.

Enciende el imperfecto cigarro, se tiende en la cama y mira el humo dispersarse encima de él luego de formar las figuras de sus pensamientos, como ilustrándolos, cual si se trataran de historietas.

Ha olvidado cerrar bien la puerta y ella mira curiosa la construcción de sus pensamientos que gracias a la hierba se han vuelto gráficos, tecnicolores, como aquella película del grupo que aún suena en las bocinas, en donde todos viven dentro de un submarino amarillo.

Después de un rato de reconstruir con piezas de humo el transcurso del día, con el recuerdo del micrófono en la mano y la pregunta en los labios, sus párpados pesados se cierran.

La luna lo observa enternecida adivinando la fuerza de su mirada a través de sus párpados cerrados recordando la rudeza de esos luceros nocturnos. Completa el cuadro con su perfil, sus marcados pómulos y esos labios de donde tantas veces salió aquella melodía sólo para ella. Su misterio transformado en algunos acordes de guitarra que sus dedos reproducían para ella. La luna guarda su misterio para la próxima noche mientras él se sume en el descanso, donde, secretamente, sueña con esa luna que todavía lo mira dormir.

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