El vapor lo dejó salir. El calor rompe su jaula y se pasea
por el reducido espacio, entre las piernas de quienes no logran verlo. Se acerca
a cada uno, amenazante. Los mira y valora como mínimo el esfuerzo de dañarlos. No
hay reto, no hay una batalla real.
Continúa su camino y abre sus fauces con un rugido propio y
sonoro del jaguar. Se hace sentir. Es buscado sin éxito entre la oscuridad y el
vapor que aún sale de las piedras. Se detiene y observa, si tuviera hombro lo
haría por encima de éste y confirma que no hay nada ahí que represente una
batalla digna para él.
Se sienta y se lame una pata. Bosteza y enseña sus largos
dientes aburrido por el panorama. Se recuesta un momento. El calor lo irrita. Con
un dejo de soberbia regresa a su dimensión confirmando apático que pocas cosas
valen hacer el viaje, aunque corto, a un mundo donde no existe la esencia.
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