29 abr 2014

Regina. 2 años...

Yo no conocí a Regina Martínez. Yo no intercambié con ella más que un “buen día” al llegar a alguna conferencia. Sabía que había una Regina Martínez que era corresponsal de Proceso en Veracruz pero nunca relacioné esa idea con su imagen.
Hace 2 años yo no estaba en Xalapa. Era un sábado. Justo como a esta hora me llegó la noticia. Un angelito tatuado pegó un link en una nota de Imagen del Golfo. Lo primero que leí fue la cabeza de la nota. Luego vi su foto. Ahí supe quién era. Relacioné la idea con la foto de la nota. La misma imagen que yo había visto el lunes de esa semana en la conferencia del PAN. Ahí la veía mucho. Ahí y en Plazoleta, en donde suelen ser las conferencias de varias organizaciones civiles.

Dormí fuera de Xalapa. Lo que pude. Dando vueltas en mi cabeza la idea de lo que había pasado. Estaba en una especie de shock. No estaba muy consciente de la situación. Ese domingo en la mañana tomé mis cosas y me fui.
Al llegar a Xalapa el centro que siempre está vacío a esa hora del día se comenzó a llenar de gente. En el ambiente se sentía lo que había pasado. Pocos hablaban. Nos veíamos las caras. Marchamos.
Recuerdo que al vestirme busqué la única playera blanca que tenía en mi guardarropa.
Estaba conmocionada. Yo no sé los demás pero a mí me dolió saber que habían asesinado a alguien que estuvo junto a mí, aún sin conocerla, era otro ser humano. Uno muy valioso por lo que cuentan los que sí la conocieron. Quienes sí fueron sus amigos.

Conforme pasó el tiempo caí en la cuenta de las magnitudes del hecho. De lo que significaba y de lo que implicaba. A pocos vi que les doliera. Quien es reportero o ha trabajado en medios sabe que el gremio no es muy unido. El colmo de saber este hecho me llegó cuando un abogado me hizo el comentario: “Nunca he visto peor gremio. Aquí todos se apuñalan por la espalda, le echan tierra al otro. Sé de todo lo que se dice de los abogados pero nosotros cuando terminamos un juicio nos damos la mano. Es chamba. Pero los reporteros no son así, se traen cargando sus envidias y no tienen miramientos para meterle el pié al que crea que le estorba”.
Ese día y los que siguieron fue una muestra mayor de lo que todos los días observo. Algunos ponían cara ausente, “pos pa aparentar”. Otros vomitaban su ego proponiendo acciones “para que se viera que el gremio estaba indignado” (subtexto: para que el país viera que ELLOS estaban “indignados”). Los jóvenes no tomaban partido, parecían no tocarlos. Ellos sí se miraban ausentes, como si el asesinato de un compañero no fuera algo que les atañe.

Entre las flores y las pancartas ese domingo nos bajamos de la plaza Lerdo. Nos acomodamos en la avenida Enríquez, frente al palacio, casi como formación. Recuerdo muy bien ese primer paso.
Siempre he sido así, pero el periodismo me ha hecho más segura. Más fuerte. Y lo que más agradezco que me ha dado mi trabajo es reforzar el hecho de que yo no le debo ningún respeto a una autoridad que no la merece. A una autoridad corrupta, injusta, ausente. Podrida.

Recuerdo que tenía una pancarta en mis manos. Comenzamos a avanzar. Cuando di ese primer paso fue como atravesar un umbral. Observé que nos observaban, nos tomaban fotos. Todos caminábamos. Estábamos ahí por el asesinato de Regina. Sabía que después de dar ese paso no habría vuelta atrás. Y lo di tan segura… tan segura como estaba de todo en lo que creo.
No sería la última vez que marcharía. Por Regina, por Goyo. Y no sería la única acción que realizaría de ahí en adelante por defender lo que creo. Lo justo. Como siempre.

Ahora me transformo y busco transformar. “Si quieres cambio verdadero pues camina distinto”. Ese es mi reto. Así lo haré. Ojalá más comiencen a pensar que las cosas que les dijeron que eran imposibles o que siempre se han hecho de un modo están más cerca de ser posibles y tan diferentes a lo que siempre han sido.

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