6 may 2014

Tratado del llanto

Me gusta llorar. Sí.
Porque creo que es mi forma de sentir.
Y siento mucho. Demasiado tal vez.
Tal vez más de lo saludable,
pero en la cantidad suficiente como para dolerme, o rebasarme.

Lloro de coraje, de impotencia.
Lloro de inmensidad, de pequeñez.
Lloro de enormidad y de tristeza.
Qué tiene de malo sentir?

En este mundo capitalista y globalizado el sentir se ha reducido a la sensiblería mercadotecnica que encierra un vacío y caro 14 de febrero; en el entendido de que quien llora no resistirá nada, se doblará enseguida. Pero que esa teoría sea probada con el guerrero Nezahualcoyotl, quien siendo poeta vivió bajo la estirpe del honor, la luz, la verdad y lo divino del arte de la palabra.

Prueben entonces a la descendencia de esos inigualables guerreros, a sus herederos, esos que no encajan, que no han encontrado un lugar en esta sociedad que marca como tendencia lo que debería desaparecer. En este mundo que resalta como lo in, lo cool, lo deseable, todo aquello que no permanece, que se rinde.
Un guerrero no se rinde. Pero esta filosofía le queda grande al capitalismo que encierra dentro de sus fauces al endeble que no conoció el honor y la justicia.

Hoy los guerreros son desterrados y mal vistos por tomarse en serio estos conceptos. Pero hermanos, os digo con esperanza, el corazón de cada persona será la forma en que se defina su destino.

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