Diario de una semidamnificada.
Viernes 17 de septiembre.
La lluvia cayó la noche anterior. Ahora es costumbre de regreso en mi casa despertar a las 4 ó 6 de la mañana a bloquear el paso del agua que luchaba por colarse por los espacios no rellenados con cemento de las ventanas y ventanales que dan al patio trasero.
Esta vez dormimos más, yo no. Esa noche de jueves me entregué a mis vicios internet-televisivos-adictosos de las series y la mañana y la lluvia me acompañaron hasta el viernes que decidí correr a no postergar la razón de mi regreso a este puerto. Tomé mi mochila, me lavé los dientes, me embolsé un yogur y salí con la lluvia refrescándome los ojos algo hinchados por el esfuerzo que dejan los desvelos múltiples cada vez más seguidos.
El Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución se atravesaron esa semana y el puente no se hizo esperar. Estas celebraciones se dan sólo cada cien años y probablemente alcanzaría también a los trabajadores del IMSS, aún así tomé mi taxi para no perder más tiempo en llegar a la clínica.
Creo que nunca había llegado tan temprano a esos lugares, aún no abrían. La gente ya esperaba afuera, formada. Cosa que me sorprendió pero no tanto como lo que me sorprendió que al abrir la puerta no corrieran como caballos desbocados dentro del lugar; por el contrario, cada uno esperó su turno para entrar. Claro que era demasiado buen comportamiento para los jarochos y una vez que estuvieron adentro cada quien corrió para llegar al departamento que necesitaban.
La celebración no había sido para tanto y el IMSS sí trabajó. Creo que nunca había llegado tan temprano a esos lugares, aún no abrían. La gente ya esperaba afuera, formada. Cosa que me sorprendió pero no tanto como lo que me sorprendió que al abrir la puerta no corrieran como caballos desbocados dentro del lugar; por el contrario, cada uno esperó su turno para entrar. Claro que era demasiado buen comportamiento para los jarochos y una vez que estuvieron adentro cada quien corrió para llegar al departamento que necesitaban.
Después de esperar poco (por haber llegado temprano) entré a la consulta para darme cuenta de que la doctora que m había tocado no era la ogra que estaba en el otro consultorio. Claro que la experiencia del seguro nunca está completa sin visitar los demás departamentos en donde no hay vacunas, a la gente le importas un comino y nada funciona como debería.
Salir de ahí siempre es reconfortante para librarte de semejante agresión gubernamental. Desde muy temprano el aire y la brisa estuvieron presentes en el puerto. Nunca pensé que tal brisita apenas perceptible al caminar fuera ahora la lluvia que no m permitía encontrar un taxi libre. En ese momento añoré los taxis xalapeños que se comparten cuando hay agua afuera.
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