31 ene 2013

Agua




Es indignante observar cómo las personas que ostentan el poder (en el estado en este caso) les falta conciencia para entender la situación de vida de otras personas. Si bien es cierto que cada quien es responsable de su vida, el peso que como funcionario público se cierne sobre sus hombros es mayor al cometer las omisiones que provocan la carencia de otras personas y sus familias. El karma hace lo suyo, en esta o en otras vidas, y por lo tanto señores actores políticos, estas omisiones, deliberadas o inconscientes, les serán cobradas.
Debo anotar que las acciones conscientes tienen una repercusión mayor, por lo que los actos conscientes de desinterés en estas personas serán cobrados a un precio más alto.

Tu fantasma


Hoy se apareció el fantasma de aquel que una vez fuiste.

Y pude admirar de nuevo tu pelo contenido por una negra liga con tus rizos saliendo de ella.

Tus jeans deslavados y arrastrando el polvo de las calles que tus pasos andaban por las colinas de la ciudad.
Tu inconfundible saco negro que aún con el sol colgaba sobre tu espalda con un orgullo contradictorio por admirar y detestar su procedencia.

Y tu arma de toda batalla. Esa Julieta, la pieza de madera que celosamente se resguardaba en la eterna funda negra que su bolsa frontal servía igual para guardar la lectura actual de filosofía o historia, que los acordes de la canción que memorizabas con obsesionada atención en ese momento o las del repertorio obligado por tocar en el café o sólo en las fiestas de los amigos.

Al ver ese fantasma, mil mariposas irrumpieron en vuelo dentro de mi estómago. Y al mismo tiempo, la tranquilidad reconfortante de saberte frente a mí, como siempre. Después de admirarte así, de espaldas, de lejos; sorprendida y por supuesto sin hablarte hasta comprobar mi fantasía debido a que esa posibilidad rayaba en lo imposible; la realidad devolvió a mis ojos una definida cara ajena a la tuya.

Las mariposas en mi estomago regresaron a su previa pasividad y la tranquilidad de haberte tenido enfrente, aunque sea sólo en mi mente, permaneció floreciendo en una sonrisa de mis labios que ya conoces de memoria.

Debo informarte que sigo esperando encontrarme de nuevo con tus ojos. Porque sé que en ese momento nada quedará por decir. Porque sé que las almas que ahí se asoman aún se reconocen; y los cuerpos que portan esos ojos, maduros por el paso del tiempo, dejarán de ser un obstáculo para componer esos recuerdos de otras vidas y que la historia se cumpla con el final feliz que debió tener hace siglos a pesar de las circunstancias.