21 dic 2013

A mi familia y amigos. Con todas sus letras



De pequeños nuestros padres suelen arrastrarnos a sus compromisos sociales con sus grandes amigos que nos ven y dicen: “qué grande está tu hij@! La última vez que l@ vi era bebé!”. Y efectivamente tú no recuerdas haber visto en tu vida a esa persona.

Comen, tal vez, la sobre mesa se extiende con la plática de cosas que no entiendes, eventos a los que no acudiste, personas que no conoces y situaciones que probablemente no te importan ni pensarías, a una edad pequeña, que algún día llegarían a importarte.

En lo personal detestaba esa clase de reuniones. Que podían ser con la familia o no. De igual forma me aburría, buscaba algún pretexto para exigir una pronta huida de lo que para mí representaba nada más que horas interminables de aburrición.

Además del fenómeno “nadaquehacer” las reglas sociales aprendidas en casa deberían de emerger. Siéntate bien, no comas con la boca abierta, no grites. Y las que les tocaban a nuestros padres como el no llegar con las manos vacías (que yo no sé en donde están escritas y si alguien sabe les solicito que me proporcionen el link).

Debo aceptar que esta parte me incomoda: mamá tenía razón cuando decía “ahorita no lo vas a entender. Cuando crezcas ya te veré”.

Fue verdad. Después de pasar una tarde entera en el hogar de una persona a la cual admiro y estimo, en compañía de su familia, en el espacio que ya no es público, sino privado, donde resguarda a las personas que considera más preciadas dentro de su vida: pareja e hijos, no he encontrado otra forma de agradecer tan especial atención que buscando entre mis recuerdos esas reglas implícitas en las relaciones familiares o de amistad que mis papás tenían y a las que me arrastraban sin preguntar.

Es aquí cuando palabras como honor, sinceridad, honestidad, humanidad, cobran un sentido. Es en estos espacios que están tan alejados de la cotidianeidad del mundo en el que esta reportera se desenvuelve, en donde uno aprecia el cálido detalle de compartir algo tan sagrado para el ser humano como lo es la comida, la familia y el hogar.

A lo largo de mi vida he encontrado escenarios y personas que han reforzado esa burbuja rosa en la que de alguna forma siempre he vivido. En esta etapa de mi vida parecía que no encontraría de nuevo ese faro de luz que me aterrizara a las hermosas bases que mi familia me ha dejado y de las que no suelo hablar, probablemente porque no me había percatado de ellas.

Hoy volví a ver esa luz. La que me hace continuar luchando por lo que creo. Por lo que viví de pequeña y lo que quisiera que se replicara para toda la humanidad: el amor, el respeto, la honestidad entre personas. Todos esos conceptos que están tan subestimados y a través de los cuales los seres humanos podremos alcanzar la paz, el equilibrio.

Gracias por la lección de hoy. La guardo en mi corazón y en mi espíritu.